"Hasta que lo inconsciente
no se haga consciente, el subconsciente seguirá dirigiendo tu vida,
y tu lo llamarás destino”
Carl Gustav Jung
Libre albedrío o
predestinación o la distinta mirada sobre el destino entre Oriente y
Occidente.
Las tres religiones
monoteístas principales nos han inculcado la idea de que en todo
momento podemos escoger entre hacer el bien o el mal y por tanto
tenemos el libre albedrío, es decir, tenemos libertad de elección
entre acciones contradictorias sin ser determinado por ninguna
necesidad. En cambio, las religiones tradicionales orientales siempre
han creído que el destino de los individuos ya está escrito por el
denominado karma, es decir, todo está determinado y todo lo que ha
habido, hay y habrá y todo lo que ha sucedido, sucede y sucederá
está ya preescrito o preestablecido y nuestra aparente experiencia
de libertad es simplemente una ingenua ilusión de libertad.
Ambas visiones han
generado problemas, para los primeros sostener este principio entre
los científicos, pensadores y filósofos ha sido muy difícil, y
para los segundos, en ocasiones, ha generado problemas sociales, como
en la India, los privilegio de nacimiento que los situaba en una
casta absolutamente cerrada y que no se podía pasar de una a otra
mas que por el camino de la transmigración, es decir, a través de
una nueva existencia.
A modo de ejemplo, citaré
algunas de las personalidades históricas que han puesto en duda la
teoría del libre albedrío.
Martin Lutero
(1483-1546): Sostiene que un mundo distinto a Dios y capaz de ser y
obrar aparte de Él es contradictorio. Por eso Dios y el mundo se
identifican de tal forma que el hombre forma parta de Él y
consecuentemente las decisiones humanas voluntarias son en realidad
las decisiones de Dios.
Juan Calvino (1509-1564):
Creía que desde el principio de la Creación, Dios había
predeterminado ya quién se salvaría y quién se condenaría. Cristo
es el único mediador entre Dios y los hombres, marcado con el sello
del pecado por la caída de Adán, y sólo pueden ser justificados
por la gracia, no por las obras. Esta explicación incluye, en su
teoría, la doctrina de la predestinación absoluta de algunos
elegidos: la gracia es un don de Dios que se manifiesta por la acción
misteriosa de la Providencia. Esta doctrina es llevada a sus últimas
consecuencias y defiende que Dios predestina a los hombres, también
al infierno, según su arbitrio. Paradójicamente, puesto que obrar y
vivir en el temor de Dios se interpreta como síntoma de que se es
uno de los pocos elegidos, todos desean descubrir en sí mismos los
signos de la gracia divina y obran convenientemente.
Isaac Newton (1642-1727):
Es considerado como el fundador de la física clásica, dado los
fundamentos básicos y fijando los métodos de la ciencia moderna.
Describió la ley de la gravitación universal donde demuestra que
las leyes naturales que gobiernan el movimiento en la Tierra y las
que gobiernan el movimiento de los cuerpos celestes son las mismas y
estableció las bases de la mecánica clásica mediante las leyes que
llevan su nombre. Por tanto, en la física iniciada por Newton, el
tiempo cumple el papel de ubicar y ordenar los sucesos de manera
fija, como si el Universo fuese una larga película de video en donde
los acontecimientos nunca pueden ser alterados. Así, todos los
cuerpos han de seguir unas leyes fijas que marcan su futuro de manera
inexorable.
David Hume (1711-1776):
Se le considera un filósofo compatibilista porque dice que tanto el
libre albedrío como la predestinación son necesarias. Hume advirtió
que el libre albedrío es incompatible con el indeterminismo. Si las
acciones realizadas no están determinadas por acontecimientos
anteriores, entonces las acciones son completamente aleatorias.
Además, si no están determinadas por el carácter o la personalidad
(deseos, preferencias, valores,….), ¿cómo podría ser alguien
responsable de una acción?, ¿todo sería aleatorio? El libre
albedrío parece necesitar del determinismo, porque de lo contrario
el agente y la acción no estarían conectados. Así que, mientras
que el libre albedrío parece contradecir al determinismo, al mismo
tiempo necesita de él. La concepción de Hume de la conducta humana
tiene causas, y por lo tanto el hacer a las personas responsables por
sus acciones, se debería intentar recompensarlas o castigarlas de
tal forma que intentaran hacer lo que es moralmente deseable e
intentaran evitar hacer lo que es moralmente indeseable.
Pierre-Simon Laplace
(1749-1827): Estaba convencido de que todos, absolutamente todos los
fenómenos de la naturaleza, incluido el comportamiento humano,
obedecían las leyes de Newton y podía explicarse y predecirse a
partir de ellas. Como expresión de esta idea imaginó un demonio,
que lleva su nombre, al que atribuyó poderes sobrehumanos pero no
sobrenaturales, que es capaz de conocer la posición y la velocidad
de todas las partículas del Universo en un momento dado, aplicando
la leyes de Newton, conocería el devenir de todo lo que existe,
fuese cosa o persona.
Immanuel Kant
(1724-1804): Para él libertad y razón se identifican. El hombre
libre quiere lo que le dicta su razón, porque el ser humano se
identifica con su razón, no con sus inclinaciones sensibles. Tenemos
un cuerpo que nos genera una serie de necesidades según el momento:
pero sólo nuestra razón es incondicional, y esta razón, en su
aspecto práctico nos dice en todo momento lo que debemos hacer. De
ahí que Kant identifique la libertad con el deber moral. La libertad
es un postulado de la ética, no lo demuestra, pero tenemos
necesariamente que suponerla porque si no, no tiene sentido estudiar
la bondad o maldad de la elección humana.
Charles Darwin
(1809-1882)/ Gregor Johann Mendel (1822-1884): Explican el
comportamiento de los seres orgánicos, en especial de los animales y
seres humanos, que viene determinado por un código genético. No
somos más que la manifestación de nuestros genes, los cuales
determinan nuestra condición física, como el color de nuestros
ojos, pelo, piel, estatura, etc. y de nuestro carácter y
sentimientos y también acciones concretas como salir corriendo ante
un peligro inminente.
Iván Petróvich Pávlov
(1849-1936): Conocido por formular la ley del reflejo condicionado o
aprendido, en contraposición al reflejo incondicionado que es el
innato o natural. La existencia en el cerebro de una actividad
refleja que actúa en el sentido de adaptación del ser al medio,
mediante la creación de nuevas relaciones nerviosas, por lo que
existe una estrecha relación entre los seres vivos y el medio que
los rodea. Inauguró lo que se puede considerar la modificación
experimental del comportamiento. Podríamos considerarlo otro
precursor del conductismo.
Conductismo (S. XX):
Corriente que renuncia a la doctrina del alma, la mente y la
conciencia, para ocuparse del estudio de los organismos en
interacción con su ambiente. En la materia de la psicología
estudiaría las interacciones entre los individuos y su entorno.
Podríamos decir que dos siglos antes David Hume había puesto las
bases de esta corriente tan moderna. Tenemos el ejemplo de la obra
maestra del cine “La Naranja Mecánica” que refleja el
experimento de intentar cambiar a un individuo, moralmente
reprobable, premiando las buenas acciones y castigando las malas,
pero parecen fracasar en su intento.
No hace falta acudir a
científicos y filósofos para descubrir en nosotros mismos que
existe cierta tendencia a creer que nuestro destino ya está escrito.
¿Quién no ha deseado conocer el futuro que le espera?, en el amor,
en el trabajo, en la salud, etc. A pesar de que los sociólogos
consideran que vivimos en una época de escepticismo y de ausencia de
espiritualidad, las ciencias ocultas cobran un auge inusitado
convirtiéndose en una actividad que mueve muchos millones al año.
Clarividentes, videntes, médiums, tarotistas, espiritistas,
quiromantes, astrólogos…. y una larga lista de visionarios que se
ganan la vida haciendo predicciones, en la mayoría de ocasiones
haciendo uso simplemente de su sentido común, con un público
entregado, obtienen unos ingresos nada desdeñables.
En lo que parecen
coincidir ambas corrientes filosóficas de observar el destino,
aunque siempre hay corrientes que opinan lo contrario, es que las
plantas y los animales no tienen la libertad de elección, pues todas
sus acciones están totalmente determinadas por el instinto. Todos
sus actos están subyugados a la subsistencia y reproducción de la
especie. La búsqueda incesante de sustento les hace actuar de una
manera determinada, frecuentando el mismo tipo de hábitat, migrando
cuando en el que se encuentran está agotado e incluso defendiendo el
territorio ante posibles intrusos; quien no ha tenido un perro que se
pasa el día levantando la pata marcando con su orina todo lo que
encuentra a su paso o ha visto a un grupo de palomas peleándose por
unas migajas de pan. Una vez cubierta esta necesidad junto con el
preceptivo descanso, el sexo o reproducción ocupa el resto del
tiempo; la búsqueda de obtener una relación sexual y evitar que
otros ejerzan ese derecho llevan a los machos de muchas especies a
duras peleas e incluso a morir en el intento.
Con los avances
científicos y técnicos actuales y los estudios de biología y
comportamiento de las especies, conociendo sus hábitos, pautas
sociales, genética, climatología…. podríamos emular a ese ser
sobrehumano pero no sobrenatural que es el demonio de Laplace, ya
comentado, y podríamos acertar el futuro de cualquier animal con una
probabilidad muy baja de error, que en caso de producirse se debería
a que se nos ha pasado por alto alguna circunstancia causante que no
hemos tenido en cuenta.
Si tenemos esta creencia
con el mundo animal, y más aún con el vegetal, ¿por qué ha de ser
diferente con el ser humano? Acaso no estamos formados por la misma
materia. La única diferencia con ellos es que somos más
sofisticados, pero en el fondo no estamos tan distanciados.
Por eso desde Oriente nos
llega lo que denominan los 8 intereses mundanos, que como pasa con la
subsistencia y la reproducción de los animales, también
instintivamente, dominan todos nuestros actos y por tanto nos
predeterminan. Una vez definidos podemos hacer un ejercicio de
reflexión si todas nuestras acciones realmente están dominadas o
impulsadas por estos factores. Estas debilidades las tenemos tan
integradas que no hace falta ser consciente de que las deseamos,
simplemente nos vemos arrastrados hacia ellas. Estos ocho intereses o
debilidades humanas los describiremos en cuatro pares.
El primer par, que para
las bestias es el apego y el rechazo de la mera subsistencia, en
nuestro caso queda ampliado a desear todo tipo de posesiones
materiales, inmuebles, joyas, vehículos, valores, depósitos……
Nos aferramos tanto a lo que poseemos y a lo que deseamos conseguir
como rechazamos todo lo que pueda ponerlo en peligro.
El segundo que para los
seres más básicos es la sexualidad, en el ser humano se amplía a
obtener todo tipo de placer para los sentidos y sensaciones
agradables, siendo irresistible su atracción así como el rechazo de
las desagradables. Tampoco nos diferenciamos tanto de las otras
especies pues el sexo sigue siendo la sensación más placentera,
toda vez que no sólo damos placer a los cinco sentidos con su
práctica sino que además también añadimos el factor mental que
para muchos se trata del sexto sentido. Le sigue a mucha distancia
algún manjar exquisito, y sobre todo hoy en día que se ha puesto
tan de moda la alta cocina, con lo que se podría llegar a excitar
también los seis sentidos mencionados. Podríamos seguir enumerando
eventos que nos proporcionarían placeres sensoriales, música, cine,
perfumes…….
El tercero sería el afán
de obtener fama y poder, ya que dirigimos nuestros actos
inconscientemente hacia su consecución porque a nadie le agrada
pasar desapercibido o ser un “don nadie”, pues en tal caso podría
ocasionar problemas psicológicos e incluso la autoexclusión social.
El cuarto y último es la
búsqueda incesante de reputación y renombre. A quien no le gusta
estar bien considerado por sus familiares, vecinos y amigos, por no
decir por la sociedad entera, “de este te puedes fiar” y de la
misma manera, todos nos sentimos mal cuando nos reprueban o critican.
Si añadimos a estos
impulsos a los que nos sentimos irremediablemente atraídos, la
genética que marca nuestros rasgos físicos, salud e incluso
sentimientos, el ambiente del país en que vivimos, con un nivel
educativo, en el seno de una familia dada y en una escala social
determinada, es muy posible, que al menos, nuestro futuro inmediato
sea bastante canalizado, concreto y predecible.
Se podría decir que
hasta el día de hoy he estado al albur de mi destino ya que me he
dejado llevar por mis impulsos y condiciones; ¡estaba todo escrito!,
pero ¿puedo hacer algo para cambiar esta tendencia? Ermitaños,
anacoretas, místicos……. fanáticos religiosos ….y algún
enfermo mental intentan eliminar las causas de raíz renunciando a
las ya comentadas ocho debilidades humanas o intereses mundanos para
no tener que sufrir sus consecuencias, el aferramiento y la aversión
a los mismos. Algunos lo consiguen, pero otros suelen incrementar su
rechazo a todo lo que viene del mundo exterior sufriendo igualmente
sus consecuencias.
El método más práctico
no es la “renuncia” total mencionada si no lo que se denomina
“fluir”, es decir, intentar mantener una atención consciente de
las emociones que nos surgen cuando sentimos atracción o rechazo,
cuanto más práctica logremos en la observación, más se irán
debilitando los impulsos automáticos y por ende, nuestras reacciones
ante los acontecimientos, favoreciendo que gocemos más de las
circunstancias favorables que nos ofrece la vida y suframos menos las
negativas, observando que todo lo que nos ocurre, sea bueno o malo,
es pasajero. Así, con estas técnicas de calma mental, mindfulness o
meditación shamata-shiné podremos cambiar nuestro destino porque
nuestras reacciones no serán tan intensas sin necesidad de llevar a
cabo una renuncia total de nuestras posesiones, gozos y disfrutes.
Actualmente, la
neurociencia parece apoyar esta teoría de cómo el entrenamiento
sistemático en meditación puede aumentar la actividad en
determinadas áreas del cerebro asociadas con la felicidad y la
compasión. La cantidad de datos que se nos presentan constantemente
no pueden ser controlados por el consciente, pues tiene un retraso
considerable respecto al inconsciente. El 99% de lo que vemos es
proyectado por nuestra memoria y sólo el 1% por nuestros órganos
sensoriales, por lo que nuestro cerebro nos engaña con suma
facilidad. De 11 millones de datos de información que recibimos
¡¡sólo nos damos cuenta de 40!! Eso implica que dos personas que
están en las mismas circunstancias y en el mismo lugar al mismo
tiempo pueden estar percibiendo cosas totalmente distintas, sería
como decir que todo lo que percibimos es ilusorio. Es agotador para
nuestro consciente procesar toda esta información, por lo que
inconscientemente cambiamos al piloto automático y nuestro cerebro
decide que es lo que nos interesa y que no sin que nosotros nos demos
cuenta. Si nos observamos, veremos que el consciente no se ocupa del
presente, siempre estamos proyectándonos entre el pasado y el futuro
siendo marionetas de nuestro subconsciente y, por tanto, totalmente
previsibles y determinados por nuestra forma de ser.
Las neuronas se
relacionan mediante sinapsis creando entre ellas verdaderas
relaciones de amistad, cotilleando constantemente entre ellas
haciendo que veamos el mundo de una manera y un “color”
determinado. Por suerte se está demostrando la gran plasticidad de
la mente y que esas sinapsis pueden ser cambiadas mediante la
meditación y en consecuencia nuestro destino.
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